Brotes de sobre-regulación en telecomunicaciones

Opinion Alberto Jara A

En los años 80, muchos países de América Latina experimentaron un cambio estructural en su estrategia de desarrollo económico. Los monopolios estatales en sectores estratégicos, como electricidad, agua y telecomunicaciones, dieron paso a esquemas de privatización y liberalización. El Estado dejó de ser el proveedor directo de bienes y servicios básicos, asumiendo un rol de regulador y garante del correcto funcionamiento del mercado. De la noche a la mañana, el paradigma del monopolio estatal dio paso a la era de la regulación económica.

Con el tiempo, la regulación evolucionó hacia un enfoque más eficiente y flexible. La idea de la “inteligencia regulatoria” —smart regulation— se consolidó como piedra angular de las políticas públicas, orientada a simplificar normas, reducir burocracia y aliviar cargas sobre las empresas.

Estuvimos varios años modernizando las reglas, haciéndolas más eficientes y eficaces. Creíamos haber alcanzado un nuevo consenso político-económico en favor de una regulación racional y menos intrusiva —o intrusa. Pero, de pronto, las alarmas se prendieron.

En efecto, el modelo de regulación inteligente está siendo desmantelado sutilmente en varios países. De manera silenciosa, resurgen brotes de una sobre-regulación e intervención estatal intensiva en telecomunicaciones. Como antaño, donde el tono era contar con normativas excesivamente densas y una gran carga burocrática.

El exceso de regulación en Europa

La Unión Europea, para bien o para mal, ha endurecido su regulación en protección de datos, ciberseguridad, mercados digitales e Inteligencia Artificial. Aunque el objetivo es proteger derechos y promover la competencia, la excesiva escrupulosidad de estas normas encarece el cumplimiento normativo y frena la innovación. Esto afecta especialmente startups, pymes y pequeños negocios de barrio. No es azar que las empresas tecnológicas y de telecomunicaciones con mayor capitalización bursátil se concentren lejos de Europa, principalmente en Estados Unidos y China.

Algunas voces han denunciado que esta obsesión regulatoria de Bruselas dejará a la UE como vagón de cola en materia de innovación y desarrollo tecnológico. Ello, debido a que debe competir con mercados más intrépidos comercialmente y con menos cortapisas jurídicas. El presidente francés Emmanuel Macron ha dicho que la UE “podría morir” si no se vuelve más competitiva frente a Estados Unidos y China. El mandatario galo expresó: “nuestro modelo anterior ha terminado: estamos regulando en exceso y no invirtiendo lo suficiente. En los próximos dos o tres años, si seguimos con nuestra agenda clásica, estaremos fuera del mercado”.[1]

La barrera ambiental en Perú

En Perú, el reciente Reglamento de Gestión Ambiental del Sector Comunicaciones (D. S. N° 023-2024-MTC)[2] ha encendido algunas sirenas. Aunque su objetivo es aplaudible, el diseño normativo haría que la política pública retroceda cerca de una década en desarrollo de infraestructura digital.

Antes, los proyectos de telecomunicaciones de bajo impacto ambiental se aprobaban de manera automática, bajo un enfoque de supervisión basada en riesgo. Ahora, el nuevo reglamento impone el silencio administrativo negativo para cualquier despliegue. Esto significa, en castellano, que si la autoridad no responde en el plazo establecido, se entiende que el permiso ha sido denegado. Ello paraliza inversiones y retrasa la expansión de la conectividad, incluso en zonas donde no hay impacto ambiental significativo.

Además, el reglamento establece procesos de adecuación de gran parte de las instalaciones de telecomunicaciones existentes en el país. Esto hace retroactiva las nuevas disposiciones aplicables a las infraestructuras físicas ya construidas hace años. Asimismo, la nueva reglamentación impone la obligatoriedad de presentar informes de medición de la radiación no ionizante, lo que encarece cada proyecto de instalación de torres de soporte de antenas.

La aparente simplificación chilena

En Chile, el anteproyecto de una nueva Ley General de Telecomunicaciones, anunciado en 2024, no conseguiría simplificar la regulación, sino que la complejiza en cierto modo. Según la poca información disponible al respecto, la nueva ley eliminaría la triple distinción entre concesiones, permisos y licencias, reemplazándolas por un diseño autorizatorio más denso y rebuscado. Este se compondría de concesiones, licencias exclusivas y autorizaciones dedicadas —según indica el proyecto sometido a consulta pública. 

También, la nueva legislación contendría un Registro Nacional de Telecomunicaciones, que incluye el Registro de Servicios de Telecomunicaciones y el Padrón de Entidades de Alto Impacto, así como un Registro Nacional de Conectividad. De un sistema divergente, aunque sencillo, se pasaría hacia uno más convergente, pero que parece enmarañado y burocrático.

Más sol y menos viento

La ironía de estas tres involuciones normativas —Europa, Perú y Chile— nos saca más de una sonrisa. Porque se presenta bajo el disfraz de una “simplificación regulatoria”, en circunstancias que hace justo lo contrario: complejiza el diseño de reglas. “No aclares que oscurece”, dice el refrán.

Así las cosas, temo que las políticas que sobre-regulan el sector puedan ser un retroceso “civilizatorio” que conlleve bárbaras consecuencias. Ello debido a que se vuelve a una época donde la regulación densificada era la alternativa al dirigismo estatal de los años setenta y ochenta. Ahora es cuando el principio regulatorio “favor libertatis” invita a priorizar la libertad empresarial como motor del crecimiento y la innovación. En 2025, la pregunta clave no es si necesitamos más o menos regulación, sino una mejor calidad de la misma.

El célebre Esopo —un griego bastante perspicaz— nos cuenta la fábula del viento y el sol. En ella, ambos fenómenos competían por quién era más efectivo en hacer que un viajero se quitara el abrigo durante su travesía. Mientras el viento sopló con fuerza, sólo consiguió que este hombre mortal se aferrase cada vez más a su preciado Montgomery. Por el contrario, con su calor suave y constante, el sol hizo que dicho cristiano sudase la gota gorda en el cuerpo, consiguiendo que este quitase prestamente el abrigo que le abochornaba.

De forma análoga, la sobre-regulación actúa como el viento, que trata de imponerse a la fuerza, pero eso genera resistencia. Por su lado, la simplificación normativa emula al sol, quien crea un entorno propicio que facilita el cumplimiento legal en un contexto de libertad. Hoy, más que nunca, necesitamos que nuestra regulación se parezca menos al viento y mucho más al sol. Sólo así lograremos que las telecomunicaciones y las TIC sean motores de innovación y desarrollo que logren alcanzar a cada rincón de América Latina.


[1] https://www.telegraph.co.uk/world-news/2024/10/03/eu-could-die-says-emmanuel-macron-us-china-nato/

[2] https://dplnews.com/mtc-reglamenta-gestion-ambiental-telecom/

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