IA en Europa: que el árbol caiga y que todos lo escuchen

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No sólo hay que ser, también hay que parecer. Los movimientos relacionados a la Inteligencia Artificial (IA) llegan de todas las latitudes y la puja geopolítica encuentra en el campo digital un round relevante, y en la IA una especificidad que da, como en los juegos de cartas, puntos clave que pueden definir partidas. De Europa se podrán decir muchas cosas pero no que no se mueve.

La Unión Europea ha puesto el pie el acelerador en Inteligencia Artificial y ahora lo aprieta hasta el fondo para no perder de vista a sus contrincantes en esta carrera al menos irregular y laberíntica. Esto a riesgo —una de las palabras preferidas en el viejo continente a la hora de hablar de tecnología— de dar pasos en falso y convertir la regulación en barrera para la innovación. Su discurso ha mutado, de duro a conciliador, obligado por circunstancias propias y coyunturales.

Rivales

Donald Trump regresó a la Casa Blanca y todavía no había desempacado cuando firmó una orden ejecutiva para rescindir múltiples mandatos (al menos 78) de la administración anterior. Entre ellos dejó sin efecto la orden ejecutiva para el desarrollo seguro y confiable de la Inteligencia Artificial en Estados Unidos. Hubo otras bajas con relevancia para el sector, como las medidas y presupuesto para ampliar los servicios de banda ancha en el país y la orden para implementar la Ley de Infraestructura y Empleo.

En China, en tanto, se introdujo el modelo fundacional chino DeepSeek, compuesto por más de 671 mil millones de parámetros que rápidamente quebró récords de rendimiento por su eficiencia. El lanzamiento demostró que el país asiático avanza a paso firme en la materia, a pesar de supuestas dificultades como las restricciones de chips. También llamó la atención de Estados Unidos, que analiza las posibles implicancias del lanzamiento para la seguridad nacional.

Respuesta

Europa también es protagonista en la discusión global sobre Inteligencia Artificial y así lo demuestra casi a diario, con anuncios, aprendizajes o directrices, declaraciones o readecuaciones de lo que funciona o todavía no. Siempre con bombos y con platillos, como cuando en julio pasado presentó su Ley IA con objetivo de “fomentar el desarrollo y la adopción de sistemas seguros y confiables” primero, y “apoyar la innovación” después.

Con la inversión como desafío y la regulación como bandera, Europa trabaja en lo que se entiende como una segunda etapa de readecuación normativa en el desarrollo de IA. ¿La primera? Tenerla lista, antes que el resto, y con puntos a atender en un futuro tan cercano como el desarrollo obligue. Europa funciona como bloque y sus países deben adaptar la normativa general a la suya particular, lo que suma un plazo adicional a casi cualquier decisión que se tome.

Luego del retorno de Trump y más tarde que el lanzamiento de DeepSeek, la Unión Europea valoró el sello STEP a OpenEuroLLM, una iniciativa que cuenta con presupuesto por 37 millones de dólares y que se proyecta como “la primera familia de modelos de gran lenguaje de código abierto que cubre todas las lenguas oficiales y futuras de la Unión”; reúne a empresas emergentes, laboratorios y entidades de supercomputación.

Desde hace algunos días, además, las empresas tienen prohibido usar sistemas de IA que se consideren de riesgo inaceptable en Europa, lo que obligó a emitir una serie de directrices con especificaciones del alcance de este mote, de las sanciones y de los organismos que cumplen la función de revisar el tema. Se identifican como inaceptables aquellos que, por ejemplo, den espacio a manipulación y engaño, puntuación social o predicción de riesgo delictivo individual.

AI Action Summit

En el marco del AI Action Summit, Europa anunció inversiones en Inteligencia Artificial. La Unión Europea presentó InvestAI, una iniciativa para invertir 200 mil millones de euros en la tecnología, para promover su desarrollo en un contexto abierto y colaborativo. La gran mayoría, el 75 por ciento, vendrá de aportes privados a través de una coalición de empresas, proveedores e inversores; los 50 mil millones de euros restantes los pondrá la Unión Europea. Se espera el desarrollo de cuatro fábricas de IA, especializadas en el entrenamiento de modelos complejos para aplicaciones en distintas verticales.

Pero no fue este el gran mensaje europeo en el congreso celebrado en París, sino la declaración final en la que se abogó por una Inteligencia Artificial abierta, inclusiva y ética, al tiempo que se pidió por la generación constante de instancias de diálogo multilaterales a favor de un desarrollo virtuoso de la tecnología. “Estamos dispuestos (y obligados) a conversar”, parece decir la Unión Europea, que atravesó recientemente cambios en el Parlamento con aires de continuidad que se percibe más en las ideas —una transición digital sostenible en lo económico, social y medioambiental—, que en los discursos.

Como anfitrión, fue el presidente francés Emmanuel Macrón quien, tras anunciar inversiones privadas millonarias en el país en IA durante los próximos años (comparó la acción con el Stargate estadounidense), insistió durante la Cumbre sobre la relevancia de que “nos aseguremos de que todo el mundo se beneficie de este movimiento”.  En su discurso, dijo que el gran desafío de IA es ponerla al servicio del progreso colectivo y reforzó el mensaje de cooperación del ecosistema para superar los desafíos por delante.

La regla europea parece moverse y exponerlo, por si el árbol cayera en el bosque y nadie lo escuchara. Es propicio hacer pero también parecer y que el ruido sea tan fuerte que se escuche de un lado y del otro del mapa. La vuelta de Trump parece haber desbloqueado la posibilidad de un acercamiento más profundo y prolífero entre Europa y China, que fue uno de los más de 60 países que firmaron la declaración IA en París. 

Habrá nuevos capítulos tan pronto como la tecnología —y el ajedrez geopolítico— lo demanden.

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