Chips cerebrales, el dilema de la Inteligencia Artificial en el pensamiento humano

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Un paciente con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) logró comunicarse con un 97 por ciento de precisión utilizando sólo su mente. Se trata de Casey Harrell, un hombre de 45 años de edad que participó en un estudio de la Universidad de California en Davis (UC Davis Health). En julio de 2023, los investigadores le implantaron sensores en el cerebro que permitieron traducir sus señales cerebrales en habla, alcanzando una precisión del 97.5 por ciento y una velocidad de comunicación de 32 palabras por minuto.

Como en el caso de Davis, la Inteligencia Artificial (IA) está redefiniendo la relación entre la tecnología y el cerebro humano. Sin embargo, mientras estas innovaciones abren nuevas posibilidades médicas y mejoran la calidad de vida de las personas, también generan profundas preocupaciones éticas y sociales si se considera la idea de tener un chip implantado en el cerebro.

Una de las tecnologías de mayor desarrollo es la de interfaces cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés), que permite a los pacientes controlar dispositivos mediante señales cerebrales.

Neuralink, la firma de Elon Musk, ha invertido más de mil 100 millones de dólares en implantes cerebrales, realizando ensayos en humanos para ayudar a personas con parálisis a recuperar la movilidad y la comunicación. Y recientemente anunció que su primer voluntario humano pudo mover un cursor en una pantalla con su mente. 

El hecho fue considerado un hito, debido a que acerca a la humanidad hacia un futuro en el que es posible manejar las cosas con la mente y mejorar la comunicación y la calidad de vida de personas con movilidad reducida.

Por otro lado, si una persona sin condiciones de movilidad reducida se implementara un chip de este tipo, el impacto podría ir mucho más allá de la medicina. Esta tecnología podría mejorar la velocidad de procesamiento mental, optimizar la memoria o incluso permitir la interacción directa con dispositivos digitales sin necesidad de pantallas o teclados.

Esta posibilidad plantea dilemas sobre si se convertiría en una herramienta exclusiva para quienes puedan pagarla, generando una brecha cognitiva entre quienes la usen y quienes no. Además, si la IA integrada en el cerebro optimiza la toma de decisiones o la creatividad, surgiría un debate sobre la autenticidad del pensamiento humano. 

Pero no es el único uso que se le da a la IA en chips biológicos. Atlas Celular, un proyecto internacional para describir todos los tipos de células del cuerpo humano, ha mapeado diversas células del humano utilizando herramientas avanzadas de IA. Esta iniciativa de biología celular podría revolucionar la medicina al ofrecer una referencia sin precedentes para el estudio de enfermedades y la personalización de tratamientos.

“Atlas Celular te muestra detalles sobre lugares, te proporcionará detalles sobre las células y sus funciones; porque aunque cada célula de nuestro cuerpo contiene el mismo ADN, las diferentes células usan diferentes partes de este, y por eso la célula sanguínea no es nerviosa y viceversa”, explica National Geographic.

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Crédito: National Geographic

Con herramientas de IA, los científicos analizan cantidades masivas de datos celulares con mayor precisión y agilidad. Los algoritmos avanzados pueden identificar patrones celulares y predecir el comportamiento de ciertas enfermedades a nivel molecular, facilitando la detección temprana de condiciones como el cáncer. Además, la combinación de IA con técnicas de edición genética CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats), abre la posibilidad de diseñar terapias personalizadas que modifiquen células defectuosas antes de que provoquen enfermedades en las personas.

De nuevo, si se trata de una persona con posibilidad de modificar sus células sin fines médicos, es posible que se desarrollen facultades físicas que nuevamente pueden ser inquietantes. Por ejemplo, podría optimizar su metabolismo para aumentar la resistencia física, ralentizar el envejecimiento o incluso mejorar habilidades cognitivas como la memoria y el aprendizaje, creando una nueva generación de “humanos mejorados”.

Esta posibilidad dirige una vez más las preocupaciones hacia quiénes podrían acceder a este tipo de tecnología y quiénes no.

Implicaciones éticas de la IA en chips cerebrales y células

A pesar de los beneficios de la incorporación de IA en el cerebro humano, también es una posibilidad que plantea importantes cuestiones éticas.

El neurocientífico Rafael Yuste ha advertido sobre la posibilidad de una fractura en la humanidad, donde algunos individuos tengan ventajas cognitivas gracias a implantes tecnológicos, mientras que otros no.

La mejora mental de la especie humana debe ocurrir bajo el principio universal de justicia, para evitar un escenario en el que se fracture la humanidad en dos especies: los que usan nanotecnología y los que no; los que tengan más inteligencia, o más memoria, y los que no”, detalló Yuste.

Si la IA permite aumentar la memoria, la velocidad de procesamiento mental o incluso la capacidad de aprendizaje a través de neurotecnología, esto podría crear una “fractura en la humanidad”, donde unos pocos tendrían ventajas significativas sobre el resto. Este tipo de desigualdad podría generar una nueva forma de brecha social y aumentar las desigualdades económicas.

La falta de regulación y la necesidad de principios éticos que garanticen estos avances es vital para contribuir con la mejora de la calidad de vida de las personas que lo requieren, sin generar nuevas formas de exclusión social para quienes no lo necesitan pero pueden acceder.

Por otro lado, los chips cerebrales ponen la lupa en la importancia de la privacidad mental. A medida que la tecnología permite leer y decodificar pensamientos, surge el riesgo de que empresas y/o gobiernos puedan acceder a información altamente sensible.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha expresado su inquietud sobre la falta de regulaciones para proteger los derechos de las personas ante estos avances e insta a la creación de marcos internacionales que impidan su uso indebido.

-Promoción de sistemas de Inteligencia Artificial seguros y fiables que beneficien al desarrollo sostenible para todos. La resolución insta a los Estados miembros y partes interesadas a abstenerse de utilizar sistemas de IA que no puedan operar conforme a las normas internacionales de derechos humanos o que representen riesgos indebidos para el disfrute de estos derechos y subraya que los mismos derechos que tienen las personas fuera de línea deben protegerse también en línea, incluso durante todo el ciclo de vida de los sistemas de la IA-, Asamblea General de la ONU.

A estos derechos se debe incorporar el consentimiento informado, un proceso que permite a un paciente o participante de una investigación aceptar un procedimiento o intervención médica o científica con total conocimiento del procedimiento y los posibles efectos adversos.

A esto se adhiere la integración IA en chips cerebrales y células que pueden enviar y recibir información directamente desde y hacia el cerebro, lo que abre la posibilidad de que sean vulnerables a hackeos. Un atacante podría interceptar, manipular o incluso borrar pensamientos, recuerdos o habilidades cognitivas adquiridas a través del implante. 

Además, si estas interfaces dependen de conexiones inalámbricas para actualizarse o comunicarse con otros dispositivos, podrían convertirse en objetivos de ciberataques masivos. 

La posibilidad de que una persona pierda el control de su propio implante debido a una vulnerabilidad de seguridad no sólo genera riesgos individuales, sino que también podría desencadenar crisis sociales si se utilizan fuera de marcos éticos o en entornos militares, políticos o empresariales sin regulación.

En un mundo donde la tecnología avanza más rápido que las leyes, es crucial garantizar que los pacientes y posibles usuarios comprendan plenamente las implicaciones de integrar IA en su biología y cuestionar hasta qué punto un individuo puede decidir sobre modificaciones cerebrales que podrían alterar su personalidad o percepción del mundo.

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